Víctimas con alma
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El olvido siempre conspira frente a la justicia. El hombre necesita de la memoria para reconocerse y enfrentarse al presente. Sin memoria no hay justicia.</p>
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Eran las siete y diez de la mañana cuando dieciséis guardias civiles se dirigían en un autobús a la calle Serrano de Madrid desde la Dirección General del Instituto Armado. El vehículo alcanzó rápidamente la República Argentina, que se encontraba sin tráfico a esas horas. A pocos metros se encontraron con un semáforo en rojo, pero el conductor decidió no parar porque observó el estacionamiento de un coche sospechoso en el lugar. En unos segundos, los explosivos de ese coche explotaron y el autobús fue alcanzado de lleno. Enrique González, guardia civil que se encontraba dentro del vehículo en llamas, fue plenamente consciente de que “los habían cazado”. Salieron a encontrar refugio y buscar auxilio, y recibieron el tiroteo de los terroristas que previamente habían detonado el coche bomba. La asesinos de la organización terrorista ETA habían matado vilmente a esos jóvenes.</p>
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La mayoría de nosotros preferimos la comodidad a la verdad, en el reino de lo políticamente correcto. Esta semana está siendo especialmente dolorosa para todas las víctimas de aquel vil atentado.</p>
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Recordemos que Henri Parot es un etarra que fue condenado a casi 5.000 años de cárcel por 26 asesinatos consumados y 116 frustrados. Su apellido ha dado nombre a una doctrina que en estos días los tribunales europeos han entendido que no es conforme a la legislación supranacional vigente y han añadido gran dolor a las víctimas.</p>
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Los ciudadanos sencillos que entendemos el dolor y el sufrimiento de las víctimas inocentes, nos quedamos atónitos cuando las democracias liberales caminan en algunas ocasiones por derivas instrumentales, que ponen el foco de interés más en los medios, que en la legitimidad de los objetivos de una sociedad de ciudadanos libres.</p>
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Los terroristas han derramado demasiada sangre con el objetivo de doblegar las aspiraciones de dignidad, individualidad y libertad de las personas.</p>
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La democracia no puede permitirse el lujo de banalizar el dolor y no proteger a la sociedad en su conjunto y a las víctimas de modo especial, frente a la barbarie del terror.</p>
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Las víctimas no persiguen la venganza, sino que claman por la memoria, la dignidad y la justicia. Y yo, a su lado.</p>
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