Santiago y llora España
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El dolor introduce al hombre en un laberinto. La alegría y la felicidad siempre eligen la línea recta, el camino sencillo. Transitar por los terrenos equívocos y complejos del sufrimiento, es introducirse en callejones sin salida, esquinas equívocas, curvas interminables y salidas inexistentes. En los tiempos dichosos, la vida transcurre entre susurros. El dolor insiste en ser siempre atendido a gritos. El ruido que introduce en nuestra alma es difícilmente soportable.</p>
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Cuando la noche aguardaba, en la tierra donde siempre el cielo es gris, un tren descarrilaba a sólo cuatro kilómetros de Santiago de Compostela. El día del patrón iba a ser un día de celebración, de encuentros, de alegría compartida, de vida. De forma trágica, decenas de personas perdían la vida en ese accidente y muchos otros quedaron heridos. La noche se transformó en oscura y el accidente nos cambió a todos.</p>
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Los hombres en las tragedias y en las contradicciones diarias somos muy iguales, ya que nos sentimos solidariamente lo mismo de vulnerables. El dolor del otro nos conmueve, porque nuestro sufrimiento nos conmueve. Nadie puede sufrir por otro, esas son las reglas, pero sí que puede acompañarle en su pena. No hay respuestas para el sufrimiento, sólo hay preguntas. En las preguntas no se encuentra consuelo, pero por alguna razón no conocida, necesitamos su formulación para poder volver a reconocernos.</p>
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Desde ese fatídico instante, reconocimos las simas profundas del sufrimiento y el dolor humano, representado por las víctimas, sus familias y sus amigos. Cerca de esa tragedia de proporciones gigantescas, también emergieron los gigantes anónimos de los que se acercaron a socorrer y paliar el dolor. En ese escenario de espanto y de oscuridad, apareció la luz de todos las personas que comenzaron a asistir a las victimas de forma desinteresada, porque ellos se sintieron convocados por lo único que nos diferencia: la grandeza del hombre.</p>
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El dolor cuando es profundo se transforma en materia líquida en nuestro cuerpo. Comienza a formar parte de nuestros humores y bilis. En ese momento podemos comenzar a enfrentarnos a él, cuando nos convierte en recipiente rebosado. Escribía Umbral: “hay que beber a morro del dolor”. Mientras hay que sobrevivir.</p>
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Descansen en paz, Santiago y llora España.</p>