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Corte y corrupción

<p style="text-align: justify;">España es un tratado de costura. Todos los días, aguja e hilo en mano, muchos españoles tejemos la trama del tejido que da la consistencia a nuestra piel de toro. Queremos ser paño del bueno, del que los vendedores no paran de hacer demostraciones de su resistencia al cliente. En nuestra memoria colectiva tenemos muy presentes las clases de corte y confección de cuatro a seis de la tarde. Siempre se pensó que quien tenía en casa a una costurera tenía un tesoro.</p> <p style="text-align: justify;">La corrupción está descosiendo nuestro país. Nos despertamos cada día con un nuevo caso de “choriceo” patrio. Enredados en tantos tratados sobre tijeras y  recortes, comprobamos que aquellos que nos cortan el nuevo traje con dos tallas menos, son los mismos que descosen los suyos para que sus mangas puedan ser más anchas. Ni hay pan para tanto chorizo, ni tela para tanto mangante. Nos han repetido hasta la saciedad en forma de estribillo de canción del verano  que “nos gastamos más de lo que teníamos”, cuando realmente tuvieron que componer la égloga “no tuvimos nunca tanta fortuna, para tanta personalidad tan bajuna”.</p> <p style="text-align: justify;">Lo que la política separa con líos de lenguas y nacionalismos, la corrupción lo une. En castellano, catalán, gallego y vascuence se ha robado siguiendo una uniformidad que asusta. No somos tan diferentes, y eso asusta a muchos políticos. El ladrillo, durmiendo su sueño eterno de quietud, fue acusado de todos los males de nuestro país. Pobre criatura arcillosa. Ahora comprobamos que  en realidad la burbuja inmobiliaria realmente ha sido una burbuja de corrupción galopante y omnipresente en demasiados estratos de la sociedad, y fundamentalmente en los estamentos de poder, en la  política y sus aledaños.</p> <p style="text-align: justify;">“Corruptio optimi pessima” exclamaban los clásicos. La corrupción  de los mejores es la peor de todas. Aquí han robado los mediocres, los egoístas, los vanidosos, los vulgares; no han sido los esforzados de nuestra sociedad los que han trincado. Las personas que cosen y cosen a diario no quieren saber nada del poder ni de su ejercicio, y eso es una gran tragedia. No nos rindamos, y por favor, no transformemos la clásica expresión latina citada en una nueva: “Desertio optimi pessima” (La deserción de los mejores es la peor de todas).</p>