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La nueva Generación del 98

<p style="text-align: justify;"> Espa&ntilde;a es un pa&iacute;s con dolor cr&oacute;nico. En estos d&iacute;as de lluvia sin belleza y viento sin calma, no cabe ni un cr&iacute;tico m&aacute;s. Todos los d&iacute;as asistimos al alumbramiento de un nuevo &ldquo;salvapatrias&rdquo; sin corbata y aspiraciones de tertuliano. La melancol&iacute;a patria que escribi&oacute; versos profundos cuando todav&iacute;a se le&iacute;a poes&iacute;a, vomita mon&oacute;logos con &ldquo;telepromter&rdquo; con palabras demasiado gruesas en la actualidad.</p> <p style="text-align: justify;"> Los espa&ntilde;oles tenemos demasiada memoria del fracaso. Nuestra actual crisis tuvo su&nbsp; particular Cuba y Filipinas en forma de un hundimiento financiero parecido al del &ldquo;Maine&rdquo;, que nos llev&oacute; a encontrarnos en el 2008 con la oscuridad oce&aacute;nica del fracaso colectivo.</p> <p style="text-align: justify;"> En nuestros momentos dulces somos poco dados a poner o&iacute;dos a los susurros de nuestra incoherencia, y utilizamos el meg&aacute;fono para recordarnos nuestras verg&uuml;enzas en la derrota. Nuestras cr&iacute;ticas adquieren dimensiones de gigante cuando se&ntilde;alamos a los responsables, y necesitamos del microscopio cuando ejercemos la autocr&iacute;tica. No por ser un hecho conocido para la mayor&iacute;a de nosotros, no deja de ser descorazonador para una sociedad que est&aacute; obligada a levantarse.</p> <p style="text-align: justify;"> En el 98 se escucharon las voces del regeneracionismo que prometi&oacute; un pa&iacute;s moderno para los espa&ntilde;oles, que superara de una vez por todas los defectos de serie patrios. Los pol&iacute;ticos de la &eacute;poca acapararon la mayor&iacute;a de la cr&iacute;ticas de escritores y tertulianos que al galope acechaban sus posiciones. Aquella generaci&oacute;n triste y de escritores calvos se&ntilde;al&oacute; a Espa&ntilde;a como si de una anomal&iacute;a se tratara. Pocos a&ntilde;os despu&eacute;s Ortega y Gasset, volviendo la vista atr&aacute;s, sentenci&oacute;: &quot;España es un dolor enorme, profundo, difuso&quot;.</p> <p style="text-align: justify;"> En nuestros d&iacute;as en los que algunos quieren mostrar a Pablo Iglesias como el nuevo Joaqu&iacute;n Costa, y su propuesta pol&iacute;tica como la actualizaci&oacute;n del regeneracionismo, con menos arrobas intelectuales y m&aacute;s horas de cafeter&iacute;a universitaria, no podemos caer en la melancol&iacute;a est&eacute;ril de Unamuno y su &ldquo;pantano de agua estancada&rdquo;.</p> <p style="text-align: justify;"> Los males de la pol&iacute;tica espa&ntilde;ola son los males de la sociedad espa&ntilde;ola en su conjunto. Sin restar la responsabilidad que a cada uno corresponde, no es inteligente sanar las heridas amputando siempre el miembro, sino aplicando el remedio con ciencia, cercan&iacute;a y honestidad.</p> <p style="text-align: justify;"> Me pongo al lado de los espa&ntilde;oles que levantan a diario la persiana de su negocio, acuden a su trabajo con responsabilidad, estudian las salidas y construyen las puertas, las ventanas y los puentes. La cr&iacute;tica es la antesala del &eacute;xito, pero s&oacute;lo con ella no podemos crecer. A grandes males, grandes hombres, con poco memoria del dolor y sue&ntilde;os de prosperidad com&uacute;n.</p>