Princesa María de Villota y Éboli
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Doña Ana de Mendoza y de la Cerda, princesa de Éboli y de Melito y duquesa de Pastrana, escribió con un parche de anacoste sobre su ojo derecho la historia en femenino de la corte de Felipe II. El trozo de lana ligera fabricado en Normandía tapaba las lesiones que su ojo derecho sufrió por un posible traumatismo producido por el florete de un paje con el que jugaba a la esgrima. Su belleza nunca menguó por tan desgraciado accidente, pero nunca pudo competir con su destacada inteligencia, que la hizo ser protagonista de amores, intrigas y decepciones de leyenda. Su acusado protagonismo en la corte donde seguía sin ponerse el sol, le granjeó amistades peligrosas por doquier. La Historia de España introdujo entre sus mujeres ilustres a doña Ana, que sin duda hubiese recibido un recuerdo menor, si su belleza no hubiese sido mejorada con el parche que cubría su ojo derecho.</p>
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María de Villota, en este siglo, ha rivalizado en belleza e influencia con la de la Princesa de Éboli, con su ojo derecho también cubierto. Todo un imperio no pudo con la sagacidad y el ojo izquierdo de doña Ana, como tampoco pudo la rampa del camión del aeródromo de <a href="http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Duxford&action=edit&redlink=1">Duxford</a>con la fortaleza de María de Villota.</p>
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A semejanza de lo ocurrido en la corte de Felipe II, María de Villota tuvo que hacerse respetar en un mundo de hombres que no cabalgaban a lomos de jamelgos sino sobre vehículos de cuatro ruedas. Alcanzó el cielo de la Formula 1 y olvidó la vida a ras de suelo. Tras su fatídico accidente, pudo de nuevo saborear el mundo a cámara lenta y sintió de nuevo el tacto de los que le rodeaban.</p>
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Puso color a su vida en forma de parche sobre su ojo derecho, y comenzó a ver como antes nunca lo había hecho. Los mortales nos perdimos a una mujer piloto pero nos encontramos con una princesa que no conspiraba contra los suyos sino que inspiraba a propios y extraños. Gracias a su forma de encarar la adversidad con su sonrisa pegada a un parche, muchos pensamos que la vida siempre merece la pena ser vivida.</p>
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Dios la llamó en Sevilla y yo ahora escribo: gracias Princesa María de Villota y Éboli.</p>