Usos del optimismo
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El error descubre al hombre real. La naturaleza humana no duda en mostrarnos que los errores más obvios son los más difíciles de rectificar, nos recuerda el filósofo inglés Roger Scruton. La razón humana no es capaz de explicar esta gran verdad. Sus causas posiblemente sean más profundas y complejas, y tengan que ver con el subsuelo de nuestras emociones, que defienden con todas sus armas sus propios códigos internos para seguir dominando nuestros sueños y nuestros miedos.</p>
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El optimismo y el pesimismo conviven en esas capas profundas de nuestras vidas, a las que difícilmente llega la luz que la razón exhibe en la superficie. Ambos no nos sirven para explicar la realidad, sólo para colorearla con diferentes tonalidades. “El ser humano no puede soportar demasiada realidad”, escribió T.S. Elliot, y por esa razón entiendo que necesitamos la sonrisa del optimismo y las lágrimas del pesimismo.</p>
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No hemos podido a lo largo de los años añadir nada más que algunos escrúpulos al optimismo y unos pocos menos al pesimismo.</p>
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El hombre moderno se adentró en su actual laberinto cuando abrazó el optimismo sin escrúpulos. Este nuevo uso, ensombreció el poder de la razón y el sentido común humano.</p>
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Muchas personas conservan la falsa esperanza de que en el futuro desaparecerán las enfermedades, que con sólo la buena disposición anímica se pueden superar las adversidades, que podemos conseguir cualquier cosa que nos propongamos si la queremos con suficiente intensidad…</p>
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La realidad siempre impone sus propias restricciones que el optimismo “buenista” no acepta. Tanto es así, que éste adquiere tan grandes dimensiones que imposibilita calcular correctamente nuestras posibilidades de éxito en las empresas que emprendemos. En ese momento aparece el fracaso que comienza a alimentar al pesimismo.</p>
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Cuando los optimistas con este cuño fracasan, buscan siempre un culpable. Instintivamente les funciona un cierto sentido de la compensación: si yo fracaso es porque alguien ha triunfado. Es la “falacia de la suma cero”, cada pérdida es la ganancia de otro. Ese uso perverso del optimismo no deja madurar a una sociedad, la paraliza.</p>
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Defiendo al hombre optimista que antes de tomar una decisión acude a las fuentes del conocimiento, respeta la jerarquía del saber, opta por la que cree la mejor solución, y asume los riesgos del posible error.</p>