El sepelio de las humanidades
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La universidad en España es un lugar donde el café es barato. Tanto claustro endogámico ha generado una tela de araña que ha atrapado a la propia institución en la lógica de los medios. Día a día sobrevive a los ajustes de cuentas entre cátedras, a las arrobas de los curriculum de los profesores “cum laude” y a los chistes del chófer del rector. Con tanto trajín no tiene tiempo ni ganas de reflexionar sobre su papel actual en la sociedad y se queda en el debate de las becas o en el de las tasas, que sin duda es más rentable mediáticamente y tiene menos desgaste intelectual.</p>
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El declive de la universidad en su conjunto comenzó cuando se decidió a preparar el sepelio de las humanidades. Lejos quedaron los debates entre las cátedras de ciencia y las de letras. La nueva sociedad necesitaba profesionales altamente cualificados, que expresaran su nada en varios idiomas y que mostraran músculo en forma de master. La universidad entendió el mensaje a la primera y se alivió quitándose el peso de las disciplinas humanistas. Sólo tuvo que vestirlas de gris, ponerles gafas de culo de vaso y pagar una ronda de departamentos de latín y griego en los sótanos de la facultad. La luz debía ser patrimonio de los laboratorios y de los edificios de gobierno.</p>
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La sociedad actual compleja necesita de humanistas de gran cilindrada y no tanto abogado en serie o biólogo con estancia en EEUU. La universidad se olvidó del humanismo y por tanto tendremos que encontrarlo en un nuevo lugar dónde se actualice la gran herencia recibida de siglos de nuestra cultura occidental.</p>
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El humanista es una especie peligrosa para la vida “light”. Es una persona con predominio a la disposición activa sobre la contemplativa. Por decirlo con las palabras célebres del renacentista León Bautista Alberti, el humanista “está persuadido de que el hombre no ha nacido para vivir en la indolencia sino para ocuparse de magníficos y grandes asuntos”.</p>
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Concede mucha importancia a la educación, a la transmisión de los contenidos fraguados en la dialéctica de los siglos. Apuesta por los intereses humanos y muestra su disposición a participar en lo común. No hay humanista que considere ajeno algo de lo humano, que renuncie a prestarle atención.</p>
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No den por enterrado al muerto.</p>
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