De la corrupción al populismo
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La corrupción pisa el suelo recién fregado de nuestra joven democracia. Deja huellas de barro donde debíera brillar el pavimento. Labra una falla demasiada profunda entre lo ideal y lo real, entre lo justo y lo cotidiano. Pudre lo que toca, escupe a lo digno, entierra a lo justo y expulsa a lo bueno.</p>
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Aunque nos quieran convencer que no hay santo sin octava, y país sin sus corruptos, España debe tomarse muy en serio la lucha frente a los que hacen de la corrupción su “modus vivendi”.</p>
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Cuando las personas que deben ser fieles servidores de su sociedad, en razón de su posición, cargo, responsabilidad o liderazgo, se introducen en el laberinto de la corrupción, la primera consecuencia que esa sociedad padece es la de la desconfianza en la palabra dada. Los hechos del corrupto describen un relato que nada tiene que ver con el de la falsa realidad de sus palabras.</p>
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La desigualdad es otra de las hijas de la corrupción. La ausencia en la igualdad de oportunidades para las personas que integran una sociedad, genera un caldo de cultivo magnífico para demasiados profetas de la desilusión y la impostura.</p>
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Los países democráticos se reconocen en lo inclusivos que sean en su propuesta de proyecto común, y en su lucha sin cuartel frente a los corruptos. A través de unas instituciones democráticas fuertes que velen porque se respete el imperio de la ley y dejen fuera al que entienda el servicio a lo público, como una carrera de velocidad para el incremento de su hacienda, aunque sea al precio de perder su honra.</p>
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Una sociedad democrática podrida es el lugar elegido por el populismo para su recreo. Entre palabras construidas con humo, adquieren ropajes de autenticidad los que entonan la melodía que quieren escuchar muchos de los desencantados.</p>
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La corrupción y el populismo beben de las mismas aguas tibias, y llevan a la sociedad al mismo precipicio. La historia nos grita que donde crece un populista la sociedad siempre pierde. Con retorica de barricada, los populistas describen las contradicciones del que debiera ser ejemplo, enervan al desheredado y señalan el camino seguro.</p>
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A la corrupción no se la combate con el populismo, sino con la integridad y la confianza en las personas.</p>