Roma es un invierno de mármol. Un frío de cielo, mundo y hora. El eco de los toques lentos a cuerda de dos campanas despidiendo al siervo bueno y fiel. Benedicto XVI con toda su muerte a cuestas.
La actualidad es mentira. La realidad secuestrada por el turbio interés. Un espejo con trampa en el que se nos obliga a mirarnos. La suplantación de lo relevante. La vida adulterada. El hijastro del hombre. El pretérito imperfecto.
La dignidad es el escándalo de lo humano. La cortesía de lo sublime que cabe en una vida. En todas las vidas. La revolución que nunca caduca. La oportunidad de ajustar cuentas con la verdad.
Malasaña es la libertad entre acordes. Cuna de la movida madrileña, barrio en el que la luz de la mañana entra en la habitación.Donde unos cabellos dorados parecen el sol y luego, por la noche, uno puede ir al Penta a escuchar canciones que consigan que podamos amar. Antonio Vega es su Cervantes y su “Chica de ayer” su Dulcinea.
La telebasura es vanidad disfrazada. La desnaturalización de lo real a través de lo fatuo. El órdago al buen periodismo. Una oportunidad para que lo vulgar triunfe y la verdad se desdibuje.
España es un ajuste de cuentas. Una continua enmienda a la totalidad por parte de sus enemigos. Un juicio interesado a nuestro pasado con la intención de dominar el presente. La España imposible, anhelo de los totalitarios.
El cielo del comunismo es el infierno de la democracia. El veneno en el agua estancada de Occidente. Pasamos en pocos años del asalto al cielo de los morados, al mi vida en el infierno en el gobierno de Sánchez. Eso es Pablo Iglesias: el infierno en el cielo de la democracia.