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Yo, el rey.

<p> &nbsp;</p> <p style="text-align: justify;"> Los espa&ntilde;oles nunca hemos sido carne de derrota. Hemos vendido cara siempre nuestra piel. Nuestra historia es la cr&oacute;nica de una lucha permanente contra los elementos, los retos, los hechos tozudos, los hombres que despreciaron nuestra honra o nuestra hacienda, el conformismo, o como dicen los horteras de nuevo cu&ntilde;o, frente a nuestro peor &ldquo;yo&rdquo;. Perder nunca ha sido nuestra opci&oacute;n. Damos miedo incluso en nuestro papel de derrotados, porque todos conocen que con ese traje nuestros huesos se retuercen. Los espa&ntilde;oles no somos de condici&oacute;n melanc&oacute;lica, y nos levantamos siempre.</p> <p style="text-align: justify;"> El Maracan&aacute; es una f&aacute;brica de sue&ntilde;os esf&eacute;ricos. Representa la alegr&iacute;a en un f&uacute;tbol demasiado preso de ordenadores, an&aacute;lisis sesudos y televisiones de pago. El pasado mi&eacute;rcoles, cuando la luz empujaba el bal&oacute;n y el calor convert&iacute;a en sudor a los jugadores, nos llegaron noticias tristes. Nuestra selecci&oacute;n de f&uacute;tbol, de bigote paciente y estrella en el escudo, ca&iacute;a frente a la escuadra chilena, un equipo correoso y &nbsp;de camisetas estrechas. En esa velada, mordimos la lona con poco honor, y los minutos de nuestra derrota se convirtieron en eternos, porque supon&iacute;an nuestro adi&oacute;s al Mundial. Los jugadores que escribieron versos sobre el campo, que tejieron endecas&iacute;labos con la belleza de su f&uacute;tbol, no encontraron las palabras apropiadas para iniciar los sonetos en un Brasil demasiado grande y caluroso.</p> <p style="text-align: justify;"> Del Bosque y sus huestes, regresaran a una Espa&ntilde;a que quiere verlos levantarse, y que est&aacute; dispuesta a cuidar sus heridas, al precio de que reconozcan el c&uacute;mulo de errores que les llevaron a esa situaci&oacute;n. El f&uacute;tbol sostuvo mucho tiempo a la Espa&ntilde;a de pol&iacute;ticos con traje gris&nbsp; y mano larga, y no podemos abandonarlos en sus horas bajas.</p> <p style="text-align: justify;"> Felipe VI, nuestro rey con canas primeras y esperanzas &uacute;ltimas, seguro que saldr&aacute; al encuentro&nbsp; de este equipo de brazos ca&iacute;dos y piernas cansadas, como hizo el gran Felipe II con su Armada Invencible. Cuidar&aacute; a Del Bosque como si se tratar&aacute; del duque de Medina Sidonia cuando regres&oacute; tras la derrota de nuestra gran Armada.</p> <p style="text-align: justify;"> A diferencia de la reina Isabel I de Inglaterra que abandon&oacute; a sus soldados en la victoria, Felipe VI &nbsp;seguro que cuidar&aacute; de los derrotados como ya lo hizo Felipe II en su tiempo.</p> <p style="text-align: justify;"> Entonces podr&aacute; entonar el verso que los espa&ntilde;oles esperan: &ldquo;Yo, el rey&rdquo;.</p>