Disnea literaria
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La lectura convierte en gigantes a los molinos de viento. Empequeñece lo ruin, y llena de aire la vida de los que navegan entre palabras. No hay libertad sin cultura, y no hay cultura, sin lectura. Ser lector es oficio de riesgo que no inmuniza frente a nada, pero que ensancha los registros del alma humana.</div>
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Enredados en discusiones legales sobre nuestra educación, la historia de nuestra civilización occidental nos señaló que podemos transmitir contenidos que se han ido fraguando en la dialéctica de los siglos y también podemos desarrollar memoria de un legado del pasado que da sentido al presente y abre las puertas al futuro. Y todo, a través de la lectura. Nuestros libros ocupan la vida de los siglos que quisimos vivir. Uno tiene la estatura de los libros a los que se ha podido subir.</div>
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No sé lo que se lee en España, ni me interesa demasiado. Los buenos escritores como Montero Glez, el Camarón de la novela, defienden que los grandes, bastante tienen con escribir, los buenos editores por sostenerlos, y las editoriales por vender. </div>
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Desde hace unos años se está dando un fenómeno paradójico que nos está produciendo una disnea literaria. El libro se ha convertido en un artículo de consumo ligado a personajes o historias que nada tienen que ver con las arrobas del Quijote o los altos vuelos de García Lorca. Son un producto más, dentro de la estrategia de venta de las entrañas de un personaje o la idealizada historia de cualquier viaje a ninguna parte. No persiguen ni a la liebre del talento, ni a la de la cultura, sino a la del dinero. El ciudadano, sufrido consumidor, apenas percibe la lluvia fina de las palabras elevadas, y si que recibe el chaparrón del cambio climático-cultural que el marketing sin cultura le brinda. Sin dejar sitio a que las palabras verdaderas calen al lector que disfruta con la mansedumbre de lo elevado, lo vulgar llena todos los espacios que la sociedad dejó a los libros y a sus escritores.</div>
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No debe extrañarnos, que un “juntaletras” menor prologue, el libro de la princesa del pueblo, que tiene por título “Ambiciones y reflexiones”, y éste ocupe los lugares que debieran estar reservados a lo literario.</div>
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No todo está perdido, no desesperemos.</div>
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