La España de Gran Hermano
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España es un gran plató de televisión. En su versión canal de veinticuatro horas tiene sitio para pícaros de nuevo cuño, políticos con más seguidores en Twitter que votos, princesas del pueblo, tertulianos de lo absoluto y periodistas rapaces. A muchos intelectuales de la red les gustaría pontificar que la sociedad española actual está siendo conformada por los nuevos “knowmad”, los trabajadores nómadas del conocimiento y la innovación. La realidad es otra bien distinta.</p>
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Nuestra sociedad actual está mucho más vertebrada por la contribución de los “reality” que por los “knowmad”. Si esta afirmación tan contundente no fuera cierta, de ninguna manera podríamos estar disfrutando de la edición número catorce del padre de todos los “reality” en España, que es nuestro “Gran Hermano”. Los españoles en la riqueza y en la pobreza hemos sido mucho más fieles a la telerrealidad que a nuestras auténticas vidas.</p>
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Las consecuencias de esta apuesta por la vulgaridad amplificada, pueden observarse a primera vista. Nos hemos convertido en personas pasivas que detrás de la cámara queremos observar lo que otros hacen. La exposición de la intimidad se ha convertido en una baza más en el juego de nuestras vidas. Entendemos que sólo se puede llegar al éxito compitiendo y no compartiendo. El fin último de la vida debe pasar por el triunfo representado por el dinero y la notoriedad pública. Así nos va.</p>
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No hay mejor curriculum que el que contiene la edición en la que uno participó como concursante en alguno de estos programas de telerrealidad. Los nuevos profesionales de lo efímero sacan pecho cuando por poner su cara y escupir su vulgaridad en un programa, cobran mucho más dinero que un médico o que un juez.</p>
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El destino final de este modelo de sociedad podemos observarlo mirando a nuestra cercana Italia. La que fue cimiento de nuestra civilización occidental, ha quedado reducida a pista de nuevos y elaborados números circenses. Sus ciudadanos han apostado en sus últimas elecciones por la ópera bufa y han rechazado las arrobas que representa Verdi encarnado en un viejo profesor llamado Monti.</p>
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La España de Gran Hermano es la que desprecia el talento, prefiere lo vulgar a lo valioso, muestra a la telerrealidad como auténtica y aspira más a los bolos televisivos que a los premios Nobel. O sea.</p>