La delgadez del Ministerio de Sanidad
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La política en España es una cuestión de kilogramos. El poder se rige por las leyes implacables de la báscula. En el juego de la política todo se resume en las arrobas de influencia, presupuesto y poder real que cada uno posee.</p>
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El dedo del gobernante señala a los que deben mantener su ejercicio con una dieta hipocalórica publicada en el BOE y los que pueden comer tres platos en su almuerzo. En España el peso de los ministerios es el que marca la selección de personal de sus primeros y más ilustres inquilinos. Los de la talla treintaicuatro casi no tienen energía para sostener su cartera, y después pasa lo que pasa.</p>
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Como si de una maldición bíblica se tratase, alguien señaló al ministerio del paseo del prado, como un lugar con demasiadas ventanas y poco peso. Interpretó que la glotonería de las autonomías y sus diecisiete sistemas sanitarios con sus correspondientes consejeros con aspiraciones, dejaban en el olvido al que siempre fue uno de los pilares del ejercicio de la política real para la sociedad.</p>
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La sanidad en el gobierno central se ha convertido en un edificio señorial de renta antigua. En una casa hidalga, con honra pero sin hacienda. Por esta razón, no es extraño que los diferentes presidentes del gobierno sitúen como titular del Ministerio de Sanidad, a un político con evidente anorexia competencial, siempre cercano a los círculos de poder y que entiende su responsabilidad como un regalo a sus servicios prestados. La realidad después exige el concurso de personas competentes en la materia, reconocidos líderes en el sector y no sólo políticos con muchas horas de vuelo en mítines y campañas electorales.</p>
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No puede entenderse que en un país moderno como el nuestro, la sociedad y los protagonistas de sector tan importante, acepten de buen grado que el Ministerio de Sanidad sea regido por una persona sin ningún peso competencial en un sector tan complejo. Este hecho podría extrapolarse a muchas de las consejerías de sanidad de nuestro país.</p>
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El desprecio a la gestión sanitaria socava la credibilidad de uno de los pilares claves de nuestro estado de bienestar y lanza el mensaje que la sanidad puede ser gobernada por cualquier político al uso.</p>
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El nuevo ministro de las seis y media, seguro que es una excelente persona, buen compañero y ejemplar marido y padre, pero desconoce las claves más básicas de este sector tan complejo.</p>
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En resumen, de nuevo la política gana y la sanidad pierde.</p>