La dulce derrota
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La derrota no hace mejor al hombre. No es bella, ni poética, ni noble. Tiene sabor a hiel y no garantiza lo extraordinario.</p>
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Comenzó a ser dulce en las ruedas de prensa de Ancelotti o en los discursos políticos de la jornada electoral, y de ahí viene nuestro error.</p>
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La victoria es una amante caprichosa que exige del hombre su predisposición a participar en el reto de la vida. El hombre maduro no necesita vencer siempre, pero nunca ganará si sólo pierde. Para ganar no hay que perder como muchos cantan a los cuatro vientos en su noche amarga. Para ganar sólo tiene que perder el adversario.</p>
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Es verdad que el hombre sólo puede vivir una vida auténtica si conoce por igual la euforia de la victoria y el zarpazo de la derrota. Distorsionamos la verdad sobre el hombre si pretendemos excluir las experiencias que siendo humanas no nos son agradables o placenteras. Empequeñeceríamos al hombre y lo haríamos cautivo de una gran mentira si sólo lo preparáramos para subir al podio. Pero esa realidad no debe servir de excusa para adulterar la verdad tras los noventa minutos de un partido o los resultados de una contienda electoral.</p>
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Si uno pierde, debe reconocer la derrota a menos que quiera convertirse en un entrenador de fútbol con fecha de caducidad o un profesional de la política en la oposición.</p>
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Resulta descorazonador escuchar las palabras del que siendo perdedor, concede poco valor a la victoria y pretende igualarla a la derrota, con la intención de que las consecuencias de la misma sean equiparables.</p>
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El precio que se paga es tan alto, cuando se quiere hacer poesía barata de la derrota, que siempre es necesario gastar todo el tiempo necesario en explicar cada vez que esto se produzca las consecuencias que acarrea la derrota.</p>
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Cuando uno pierde en política, debe ser lo suficientemente honesto para entender que los ciudadanos no le han otorgado la confianza suficiente para cederle la responsabilidad de gestionar los intereses comunes. Una vez que se acepta eso, no hay lugar para enrocarse en el ejercicio de la política con la intención de querer hacerles ver a los ciudadanos que realmente se han equivocado, y que deben concederle un periodo extra para sacarlos de su error. Las consecuencias suelen ser nefastas y previsibles, porque no entienden que serán pasto de sus propias huestes, que no serán tan cuidadosas como lo fue la sociedad en general o sus asesores a nómina.</p>
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La política española necesita hombres y mujeres que luchen por la victoria y sepan gestionarla y que también entiendan su derrota y sepan retirarse sin demora pero con honor.</p>
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