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Cuerpos y almas

<div style="text-align: justify;"> Mayo es la promesa del tiempo sin costuras. Espa&ntilde;a se reconoce en un quinto mes que los taurinos siempre adivinan como bueno. Cada a&ntilde;o la naturaleza reinventa la primavera. Los espa&ntilde;oles adquirimos nuestra aut&eacute;ntica dimensi&oacute;n en la calle. Nunca hemos necesitado el parn&eacute; en el bolsillo, para hacer de la calle nuestra aut&eacute;ntica patria. Tanto es as&iacute; que hasta se desliza en el discurso de nuestra vicepresidenta, Sor Soraya S&aacute;enz de Santamar&iacute;a, su percepci&oacute;n de la alegr&iacute;a en la calle y silencio en los m&iacute;tines. Mayo huele a las flores que no entienden de econom&iacute;a.&nbsp;</div> <div style="text-align: justify;"> Y cuando el mes no quiere acabarse, nos llegan noticias desde Madrid de sangre en el ruedo y cad&aacute;veres en la Complutense. A la capital no le cab&iacute;an m&aacute;s noticias que las de la enfermer&iacute;a del Madrid y el Athl&eacute;tico, pero tres toreros machos mostraron al mundo la verdad de un rito regando con su sangre las arenas de las Ventas sin pedir permiso a las rotativas y los informativos. Los tres diestros no s&oacute;lo tuvieron que sufrir el dolor de sus heridas , sino que asistieron estupefactos a la ignominia de las cornadas cobardes de tanto malnacido &ldquo;tuitero&rdquo;.&nbsp;</div> <div style="text-align: justify;"> La noticia del pabell&oacute;n de los horrores en el que se convirtieron los s&oacute;tanos del &nbsp;Departamento de Anatom&iacute;a y Embriolog&iacute;a Humana II de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense, merece otro tipo de consideraciones. El hacinamiento de cad&aacute;veres y de restos de los mismos, que fueron donados de forma generosa para la docencia e investigaci&oacute;n m&eacute;dica, no puede despacharse aludiendo a la l&oacute;gica de los recortes o a la lucha fratricida entre sindicatos, como han querido explicar sus responsables. El hecho de no tratar dignamente los restos humanos de cualquier persona fallecida nos genera demasiado desasosiego y nos irrita en lo m&aacute;s profundo. En una tierra en la que los muertos son sagrados, la ciencia no puede maltratarlos como simple material de experimentaci&oacute;n. El hombre encuentra con su cuerpo su tiempo. Somos m&aacute;s hombres cuando mimamos la naturaleza muerta del que nos precedi&oacute;, porque en &eacute;l reconocemos nuestra debilidad y por tanto nuestra grandeza.&nbsp;</div> <div style="text-align: justify;"> Nuestras facultades de medicina no pueden convertirse en un cap&iacute;tulo m&aacute;s de la cruda novela de &ldquo;Cuerpos y almas&rdquo; de Maxence Van der Meersch.</div> <div> &nbsp;</div>