Presupuestos al cuadrado
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El presupuesto en España es un cuadro abstracto. Lo que en la distancia sugiere libertad y sencillez, en la cercanía adquiere perfiles de gigante con aspiración de engullir a sus propios hijos. Estamos demasiado acostumbrados a que el papel de lo presupuestado no solo se moje, sino que pase directamente a estado líquido. El papel lo aguanta todo, el presupuesto se alarga todo.</div>
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Padecemos en nuestra tierra una especie de paternalismo dual que ha hecho que muchos psiquiatras se conviertan en desertores de sus propias consultas. Por un lado, entendemos que el currante escriba sobre facturas sin “iva”, y por otro, soportamos que las grandes empresas añadan mejoras con aumento de presupuesto sin disimulo ni fin. En la riqueza y en la pobreza, tenemos que soportar a los “siniva” y a los “maspresupuesto”.</div>
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Visitamos nuestros pueblos y ciudades, y comprobamos que la piscina que nos inauguraron, hizo ricos a unos pocos y pobres a todos. Viajamos en el AVE y uno tiene la sensación de que las traviesas bien podían ser de oro.</div>
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Es paradójico comprobar que las distancias que procuran los discursos políticos, se reducen de forma dramática, cuando hay dinero que alimente una obra que mantenga a tanto bolsillo con aspiraciones de riqueza. A diestra y siniestra, en el norte y en el sur, lo que la ideología ha separado, el dinero lo ha unido.</div>
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Llama la atención que muchos economistas y analistas de la cosa, nos recuerden con mucha frecuencia que vivimos por encima de nuestras posibilidades. Esa generalización injusta no es inocua y desinteresada. La intención es hacernos responsables, y por tanto, culpables, de una época en la que con dinero de otros, muchos bebían champán en su menú del día porque les sentaba mejor que el tinto sin etiqueta.</div>
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Los sufridos ciudadanos sobrevivimos entres siglas recaudatorias de un estado glotón, que repite sin cansancio alguno, que ahora debemos pagar la barra libre de esta panda de mangantes.</div>
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La España real es la que por un lado se reúne con Rajoy esperando a que llegue Florentino y traiga las entradas para la final de Lisboa, y por otro, la de tantas personas de orden que intentan vivir dignamente y procuran ser solidarios con quien realmente lo necesita. O sea.</div>
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