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El hígado de Alcántara

<p style="text-align: justify;"> La columna es el polvo sin amor de la literatura. Es la noche loca del escritor que no puede gastar su vida en novelas que no le pagan. Con las divas de la telebasura escribiendo libros y copando las listas de los m&aacute;s vendidos, la columna se ha convertido en el refugio de la literatura patria.</p> <p style="text-align: justify;"> Desayunamos a diario mucha bilis secretada entre comas y puntos, que encienden al personal y que despu&eacute;s se adormecen en las bocas de los tertulianos con cuentas en Twitter. Es la literatura&nbsp; que dibuja a la Espa&ntilde;a imposible de los escritores sin plan de pensiones.</p> <p style="text-align: justify;"> Una cosa es la bilis y otra el h&iacute;gado. Bilis es lo que se despecha en papel para liar el bocata del currante al que no le llega para papel de aluminio, e h&iacute;gado es lo que escribe don Manuel Alc&aacute;ntara cuando la tarde se duerme en el Mediterr&aacute;neo. Es algo m&aacute;s complejo y elaborado.</p> <p style="text-align: justify;"> El decano del columnismo en Espa&ntilde;a guarda este a&ntilde;o su p&aacute;gina ochenta y seis sobre la lona del cuadril&aacute;tero de su vida. Don Manuel sabe que los pu&ntilde;os del p&uacute;gil se parecen demasiado a las manos del escritor que golpea las teclas de su ordenador. Siempre que paseo por las cr&oacute;nicas de boxeo de don Manuel Alc&aacute;ntara me viene a la memoria el delicioso libro &ldquo;Million dollar baby&rdquo; del anciano escritor Jerry Boid, de pseud&oacute;nimo F.X. Toole, y que afirm&oacute; que el boxeador tiene la virtud de: &ldquo;arriesgarlo todo para poder respetarte a si mismo durante el resto de su vida&rdquo;.</p> <p style="text-align: justify;"> Alc&aacute;ntara fum&oacute; durante a&ntilde;os en el Caf&eacute; Gij&oacute;n mientras Umbral resucitaba al Larra que no le&iacute;an los pol&iacute;ticos del movimiento. Cansado de un Madrid que ya no aguantaba ni los primeros asaltos, regres&oacute; a M&aacute;laga para seguir intercambiando golpes desde su Olivetti. En su tierra, en su rinc&oacute;n del Mar&iacute;a, sus amigos le hacen de &ldquo;cutman&rdquo; y cauterizan sus heridas con dry-martinis.</p> <p style="text-align: justify;"> El maestro protege su h&iacute;gado de los golpes bajos y escribe columnas con la poes&iacute;a de Manuel Machado y la prosa de C&eacute;sar Gonz&aacute;lez Ruano, como su amigo Umbral dictamin&oacute;. Poeta de piernas &aacute;giles y huesos fr&aacute;giles, entendi&oacute; r&aacute;pido que la prosa le pondr&iacute;a el plato que necesitaba en su mesa para seguir escribiendo versos elevados mirando al mar.</p> <p style="text-align: justify;"> Con admiraci&oacute;n, ahora escribo: eterno Alcantara.</p>