Francisco José Eastwood Alcaraz
La dignidad es el escándalo de lo humano. La cortesía de lo sublime que cabe en una vida. En todas las vidas. La revolución que nunca caduca. La oportunidad de ajustar cuentas con la verdad.
Mondragón era el lugar elegido para la desmemoria, la indignidad y la injusticia este pasado sábado por parte del mundo radical aberzale. Con el aval de la total impunidad con la que se han celebrado múltiples ‘ongi etorris’ (actos de bienvenida a los presos etarras excarcelados) por toda la geografía vasca, se atrevieron a organizar una marcha “solidaria” de treinta y un kilómetros en la localidad de la comarca del Alto Deva para denunciar la política penitenciaria por la que el sanguinario terrorista Henri Parot permanece en prisión. Un homenaje en toda regla a un vil asesino sin ningún tipo de límite moral. Era descorazonador comprobar que las instituciones democráticas de nuestro país iban a permitir nuevamente un acto en el que se pisaba de nuevo la dignidad de las víctimas. Prostituyendo el lenguaje y los modos y usos de nuestra democracia, no se atrevieron a hacer frente a esos malnacidos. Pero no contaron con el valor de las víctimas. Se alzaron contra esta injusticia y decidieron plantar cara a los violentos en la localidad guipuzcoana el mismo día. Francisco José Alcaraz no tuvo miedo, porque su hermano y sus dos sobrinas asesinadas cobardemente por el hideputa de Parot, no merecían un nuevo escarnio. Junto a él multitud de victimas nos dieron una lección de fortaleza frente a la cobardía de tantos políticos. Se suspendió el acto y ellos protagonizaron la mañana de la dignidad.
Nuestro particular Clint Eastwood, se convirtió en un gigante a pesar de su corta estatura. Nos hizo recordar las palabras del filósofo Javier Gomá cuando escrbió que “el asco que produce el comportamiento de otros es más efectivo que la ley”.