Alberto Corcho Gallardón
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Alberto Ruiz Gallardón es el ministro sin ley. Herido y en soledad, vive los largos días de Septiembre sumando las traiciones regaladas por sus compañeros de formación política.</p>
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El eterno delfín del PP, nunca fue un compañero de viaje bienvenido para la mayoría de los dirigentes actuales del PP, que siempre lo tuvieron por hombre dado al discurso de la izquierda periodística y de ambición desmedida.</p>
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Rajoy en su prehistoria no contó con él en su primer asalto a la Moncloa, por reconocerlo como rival. No se equivocó el gallego, y en su camino particular a la presidencia del gobierno tuvo más de una vez que cortocircuitar las maniobras de un Gallarón todavía sin canas.</p>
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La política hace extraños compañeros de cama, y por arte de birlibirloque, Rajoy se tragó el sapo de nombrarlo, nada más y nada menos, Ministro de Justicia.</p>
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Arruinado el Ayuntamiento de Madrid, el canoso de Gallardón no perdió el tiempo en despedidas ni sucesiones y salió raudo a ocupar la silla de la sede del Palacio de la Marquesa de Sonora. Se enfundó la camiseta del “marianismo” y tomó té con pastas con Sor Soroya Sáenz de Santamaría y la “sargento cuartel” Cospedal, e incluso compartió chistes con Pedro Arriola.</p>
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Despejada la incógnita de que no se iba a regenerar la Justicia en España, en algo tenían que tener entretenido al ambicioso de don Alberto. Rebuscando en su programa electoral encontraron en Génova el tema perfecto para que se enredara: el aborto.</p>
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En España había una Ley del Aborto del 1985 que contaba con el consenso de los grandes partidos, pero que un día de 2010 Zapatero la borró del mapa en un brindis al sol para su electorado más a la izquierda. La doctrina del Tribunal Constitucional era clara hasta el momento y el PP le elevó un recurso para que se reafirmará tras la vuelta de tuerca del 2010. Como en tantos temas, respondió con el silencio. La guardia pretoriana “pepera” le vendió la moto al bueno de don Alberto que él podría pasar a la historia con una ley que protegiera al no nacido antes de que se pronunciara el alto tribunal.</p>
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Tras el verano comprueba que la ley que ha estado elaborando toda la legislatura no verá la luz por el cálculo electoral de sus antiguas compañeras de té y su confidente de chistes y encuestas. Mariano sueña con dejarlo caer como un naipe y despedirlo sin las negritas que le dedicaría su amigo Umbral. Iluso presidente, la materia del político madrileño es la del corcho y flotará en el magma político, y su naturaleza felina le dará argumentos para mantenerse en el cargo siete vidas más.</p>